A Never Normal Man
Desde que un niño empieza a formar parte del mundo, se encuentra con una sociedad que siempre se crecerá con el derecho a opinar sobre él. Creciendo bombardeado sobre el papel que debe jugar, se le encasilla en estereotipos masculinos que van a marcarlo por el resto de su vida.
Desde la infancia se asocia los hombres con comportamientos como dominio, agresión y rudeza. Crece con la idea de que su deber es a trabajar y ganar dinero para ser un proveedor. Se le discrimina dentro de su mismo género si muestra demasiado interés por actividades artísticas y se le exige cumplir con lo que se espera de él.
Afortunadamente, y si bien aún falta un largo camino por recorrer, nuestra sociedad comienza a abrir los ojos y priorizar el respeto sobre la opinión propia.
Un hombre, en cualquier etapa de su vida, debe tener la libertad de poder vestir según sus gustos y sin que estos determinen la forma en que debe comportarse, mucho menos sentir la necesidad de cambiar para encajar. Ser fiel a uno mismo es uno de los retos más grandes que tenemos como seres humanos.
Es el momento para desafiar lo convencional sin miedo. Un hombre puede tener todo el corazón y la capacidad necesarios para ser un artista, un enfermero, un educador, pero él mismo debe tener la seguridad para romper esas barreras.
Saberse capaz de ser original y creativo sin temor a ser rechazado en el ámbito laboral y personal.
De igual forma, en su propia vida puede transformar las rudas costumbres de las generaciones pasadas y así crear espacios familiares sensibles, abiertos al diálogo y al afecto. Hombres y mujeres tienen la responsabilidad para enseñar a ser primero una persona de bien, antes que imponer como debe comportarse cada uno.
Nuestra sociedad no es perfecta, y siempre existirán aquellos que rechacen cambiar las viejas costumbres. Ejercer nuestra libertad nos enseña que ninguna persona está obligada a permanecer dentro de un entorno donde no quiera estar.
Mantenerse en movimiento es una de las piezas claves para lograr el crecimiento personal y el avance mismo individual o colectivo.
Rendirse no es una opción, ya que el hombre que permite que los riesgos los frenen está condenado a traspasar la realidad que vivió a las nuevas generaciones. Vamos a dejar de esperar el cambio y a construirlo nosotros mismos, ya que hoy tenemos la voz y la fuerza para poder hacerlo.